Un hilarante Don Gil lleno de desparpajo y frescura

 

La compañía andaluza La Teatrera presenta una versión divertida, fresca y rigurosa de Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina. Tuve la oportunidad de ver la representación en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro en plena calle. Fue como transportarme al pasado, ya que el escenario se instaló delante de la ermita de San Juan, como las representaciones medievales en la puerta de las iglesias, y el vestuario de los actores imitaba los trajes y prendas del siglo XVII con detalle y realismo.

La propuesta de La Teatrera es fiel al texto de Tirso de Molina, una compleja comedia de enredos en la que muchos de sus personajes cambian de identidad. El reto era mayúsculo, pero esta compañía andaluza lo ha superado con creces. La representación ha dotado de vida y energía un texto que requiere más de una lectura para comprender todo su potencial. La obra ha ido creciendo, haciéndose grande, portentosa, hasta desembocar en un hilarante final. Tiene mérito que una comedia de cuatrocientos años consiga su propósito original: que te haga reír. Y eso ha sido posible gracias al ritmo ágil de la puesta en escena, la dicción clara de los actores, la compenetración del equipo al completo y una interpretación inteligente del texto original.

La adaptación y dirección de Asun García ha conseguido individualizar las personalidades de cada personaje y conferirles los matices necesarios para que los intérpretes desprendan luz propia y hagan brillar la representación en su conjunto. Una impecable Rosa Calvente en el papel de Don Gil; un elegante Francisco Martín como galán; una vital Rocío Rondón como dama; un versátil Bruno Morante como pretendiente y un sembradísimo Mario Fernández como gracioso. Asimismo, el resto del elenco también ha interpretado sus papeles secundarios con esmero y dedicación.

En definitiva, La Teatrera es una compañía valiente que ha encarado el texto de Tirso de Molina con frescura, profesionalidad, desparpajo y una fuerza arrolladora. Como no podía ser de otra manera, nos puso a todo el público en pie para deshacernos en aplausos y vítores.